1, 2, 3, 4, 5… Así hasta 45 segundos, de media, que tarda en
calentarse el agua de la ducha. Y en cada minuto que el grifo está
abierto se gastan 12 litros. Jaime Palma, que vive en un piso de 200
metros cuadrados en Alicante, esperaba hasta 10 minutos para que se
calentara el agua del baño, situado al otro lado del termo eléctrico,
instalado en la cocina. De un golpe de grifo, 240 litros de agua
gastados: “Tanto a mi mujer como a mí nos daba tiempo a desayunar
mientras calentamos el agua y nos parecía un gasto enorme, además de
poco ecológico”, explica Palma, jefe de zona de una financiera.
A la falta de conciencia medioambiental en la construcción de una
casa, aparejada a una mala distribución de los elementos y de los
edificios ya construidos que no cumplen con el certificado de eficiencia energética,
se suma el precio de la luz, de gas y el desperdicio de agua y energía,
que hacen que cada vez sean más las razones para encontrar métodos
sostenibles, además de ecológicos y eficientes, que ayuden a ahorrar en
energía y dinero sin salir de casa. De aquí que el encaje de bolillos de
una familia española pase por tejer lo mejor posible los gastos
básicos: el presupuesto que se destina a vivienda, electricidad, agua y
combustibles supone el 32,3% del gasto total de un hogar en 2012, según la Encuesta de presupuestos familiares
del Instituto Nacional de Estadística (INE). La Organización de
consumidores y usuarios (OCU) estima que una familia gasta 800 euros
anuales en el hogar.
El agua, ese bien finito
En la higiene personal es donde se centra el uso del agua en el
hogar, según Ileana Izverniceanu, portavoz de OCU. Ahí se gasta un 36%,
seguido de la que se usa en un retrete (32%) o en la lavadora y
lavavajillas (18%). Pero el agua no se transforma, como la energía, ni
es un bien infinito. “No tenemos prejuicios medioambientales. Nadie nos
ha dicho que es de mala educación malgastar agua, como sí nos dijeron
que eructar en las comidas en nuestra cultura sí lo es”, ejemplifica
Luis de Garridos, director del máster avanzado en arquitectura sostenible y bioclimática de la Asociación Nacional de Arquitectura Sostenible (ANAS).
Más allá de los gestos ecológicos, como cerrar el grifo durante los tiempos muertos
(en la ducha, en el afeitado o en el cepillado de los dientes), como
recomienda la OCU, y que también ahorran, existen dispositivos que
ofrecen soluciones a estos minutos en los que el agua se escapa por el
grifo y se desperdicia, como los que contaba Jaime Palma. Y que ya
utiliza en su casa.
AquaReturn es un
electrodoméstico que reconduce el agua fría hacía su grifo y deja pasar
la caliente cuando considera que ha llegado a la temperatura correcta,
unos 35 grados. De esta manera, según su inventor, Alfonso
Cuervo-Arango, una familia de cuatro miembros que “abran el grifo dos
veces al día” ahorran “32.000 litros de agua anuales”. En la factura
también hay ahorro, después de la instalación de este aparato, que es
una patente española y de la que ya se han vendido 800 equipos: “Nos
podemos ahorrar 130 euros de agua y gas anuales”, asegura su inventor.
Esa reducción de agua y de energía redunda también, como asevera
Cuervo-Arango, en una mejor educación medioambiental: “El efecto
educativo de concienciar a alguien a través de este aparato me
reconforta tanto como su venta”.
Metros de naturaleza en tu salón
El buen aislamiento de las paredes en una vivienda es uno de los
elementos fundamentales a la hora de ahorrar energía en casa, además de
incidir en el medio ambiente: el uso indiscriminado del aire
acondicionado, y a temperaturas demasiado elevadas, puede llegar a subir
la temperatura de una ciudad como Madrid hasta dos grados, según un estudio
de Ecologistas en Acción. No hay que olvidar que los aparatos de
climatización consumen más energía eléctrica y emiten más CO2 a la
atmósfera y esto agrava el calentamiento global, además de resentirse el
bolsillo cuando llega la factura de la luz.
Para paliar los problemas de los edificios mal aislados, además de
integrar la naturaleza en los edificios, que aporta numerosos beneficios
ambientales, energéticos y sensoriales, dos arquitectos y tres
ingenieros agrónomos, todos procedentes de un equipo de investigación de
la Universidad de Sevilla, han ideado una manera “verde y divertida” de
mejorar el aislamiento de la fachada de un edificio a bajo coste: unos jardines verticales
que puedes hacer tú mismo. A través de un sistema de módulos que se
unen y cuelgan de la pared donde se desee instalar, se conecta a un
punto de agua, con la ventaja de que es posible automatizar y domotizar
el funcionamiento del sistema de riego, y se plantan las especies más
adecuadas para cada clima y zona.
Este termostato natural que ha patentado esta empresa sirve también, a
largo plazo, para ahorrar energía y dinero: “Depende del sistema, de la
longitud de muro que aislemos y otras variables, pero con este sistema
pasivo se puede llegar a ahorrar un 5% en climatización por cada grado
que consigamos rebajar; lo que equivaldría a un 25% de ahorro en
climatización y un 10-15% de ahorro en el consumo total", explica
Fernando Hidalgo, arquitecto de Terapia Urbana.
La capacidad de aportar humedad al ambiente de un jardín vertical y de
reducir la temperatura del aire que lo rodea, “tiene un mayor potencial
en ambientes secos”, apunta Hidalgo, y en los cálidos se puede
aprovechar su potencial “de enfriamiento evaporativo”.
Lo más sensato, en un edificio que no ha sido reformado o construido
siguiendo unos parámetros bioclimáticos, es tratar de aliviarlo a través
de sistemas como los jardines verticales o los lienzos naturados, que
aportan oxígeno y mejoran la calidad ambiental, y los techos verdes, sin
que sea un gran desembolso económico: “Hemos vivido un enamoramiento de
la tecnología pero hemos desechado los elementos naturales y el
aprovechamiento que se le puede sacar a éstos”, reflexiona Hidalgo.
Lavandas, begonias, soleirolia, helechos y esparragueras reposan en una
de las paredes del Hospital Sagrado Corazón de Sevilla, uno de sus
primeros trabajos tras patentar el sistema: “Se han reducido dos tercios
del consumo del agua gracias al sistema de riego que hemos instalado,
además de que ayuda a biofiltrar y depurar el aire”, explica Hidalgo.
Calefacción a distancia
Otra de las medidas de ahorro para combatir las facturas de la luz, además de los contadores instantáneos,
es la programación a distancia. Apagar todos los aparatos electrónicos y
desenchufarlos supone una reducción del consumo en un 11%, es decir, 52
euros al año, según la OCU. Si a esto se le añade, que el principal
gasto en una casa, con diferencia, es el de la calefacción, según un estudio del Instituto para la diversificación y el ahorro de energía
(IDAE), la posibilidad de programar el termostato desde el móvil o el
ordenador de la oficina es una de las medidas más eficientes para ayudar
a reducir gastos.
Cada vez son más las alternativas para conseguir un dispositivo que
ayude a controlar la calefacción del hogar desde un móvil, tableta u
ordenador, además de aprender los hábitos del usuario para que se
programe automáticamente. Y gracias a estos aparatos se puede ahorrar
hasta un 20% en consumo energético. “Con una serie de algoritmos
optimiza el encendido y apagado de las calderas para evitar arranques y
parones forzosos y como el termostato se suele colocar en lugares
estratégicos de la casa, tiene incorporado un sensor por el que a través
de la temperatura, la luminosidad, la humedad y la proximidad, detecta
la presencia de personas en casa. De esta manera si no hay nadie en
cinco horas, apagará todo el sistema”, explica Guillermo Fernández,
ingeniero industrial que se ha encargado de la programación del
dispositivo Momit Smart Thermostat, un termostato que puede controlarse con control remoto desde otros dispositivos y sin estar en casa.
Lorena Sánchez, ingeniera de telecomunicaciones, pasa la mayoría de
los fines de semana fuera y la casa, a su vuelta, “estaba congelada.
Nuestra antigua programación era de lunes a viernes y no había manera de
cambiarla”. Ha instalado este termostato wifi porque asegura, se adapta
a su modo de vida. “Antes tenía que programar la calefacción para las
seis de la tarde y a veces llegaba a las 11 de la noche, sin que pudiera
controlarla, con lo que eso supone de gastos en energía y luz”, explica
Sánchez.
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