martes, 2 de julio de 2013

Reutilizar, restaurar, reciclar(El País 28/06/2013)

Nada se tira. La crisis invita a dar una nueva vida a cada objeto con el bricolaje
La imaginación es otra de las herramientas principales
Esa grieta en la pared llevaba años recordando el paso del tiempo. Muchos de los inquilinos que habían alquilado la vieja casa la habían mirado. Aunque todos habían reparado en ella, ninguno le había dado valor. A Gala, la grieta le gustaba, le contaba algo. Decidió enmarcarla. Cuando Asier Rua, fotógrafo de interiores y decoración, la vio, le pareció especial. “Le buscó un significado a algo feo, a algo que cualquier persona hubiera disimulado o hecho desaparecer. Dignificó la grieta. Ese gesto me recuerda a las fotos de Diane Arbus, que retrataba todo aquello que la gente no quería ver”, continúa Rua, que fotografió el objeto. La decisión de Gala se integra inconscientemente en unas de las últimas tendencias en decoración: el do it yoursef (háztelo tú mismo) y la triple R que invita a reutilizar, restaurar y reciclar todo lo que nos rodea.

Armonizar nuestro entorno en función de nuestras inquietudes es algo que el ser humano hace desde el origen de los tiempos. La manera de hacerlo ha cambiado. “Hace unas décadas, la decoración era estática y determinista: no permitía abrir el mundo de posibilidades que ahora tenemos. Los espacios son multifuncionales y la decoración forma parte implícita de la diversidad de usos que le quiera dar el que vive ahí”, dice el arquitecto Gonzalo Pardo.
Los recortes invitan a valorar más las cosas que tenemos y a no desestimar su utilidad
“Cuando organizamos el espacio, tenemos que pensar, por un lado, en el uso que le vamos a dar y, por otro, en lo que transmite”, agrega. Ese mensaje que envían los objetos puede estar dirigido a uno mismo o al público en general. “La casa de Gala estaba llena de intervenciones suyas: tiradores de cajones pegados en una pared incitando a abrirlos, pinturas en el suelo”, recuerda el fotógrafo. Casi todo hecho por ella misma.
La crisis económica ha obligado a la sociedad a reflexionar. Los recortes invitan a valorar más las cosas que tenemos y a no desestimar su utilidad a la primera de cambio. Acompañando a ese cuidado, se ha producido un cambio de mentalidad con relación a la estética. Los excesivos noventa incitaron al consumo sin miramientos. El diseño y la moda se volvieron aptos para todos los públicos con la única contrapartida de generalizarse. Así, mientras Zara vestía a una generación entera, Ikea conseguía instalar en todas las casas una estantería Billy. “Hemos sufrido una estandarización tan fuerte que ha generado una respuesta: la necesidad de individualizar y personalizar todo. Por eso, y por la caída de ingresos, la gente empieza a trabajar más con los recursos que tiene a su alrededor”, argumenta Juan López-Arangüena. Pertenece al colectivo Basurama. Desde hace 12 años se dedican a la investigación, a la producción y a la gestión cultural a través de los desechos y sus posibilidades creativas.
“Nos dimos cuenta de que puedes encontrar muchos objetos en la calle con la posibilidad de tener un nuevo uso en el ámbito doméstico: en casa o en el jardín. Nuestro trabajo se basa en la observación -para encontrarlos- y el cuidado -para darles otro uso-. En la calle hay cosas con mucho sabor; el uso les ha dado pátina”, reflexiona. ¿De ahí viene la tendencia vintage? “Esa corriente ha saturado un poco todo. Esto tiene más que ver con lo retro, que no implica que algo sea carísimo por ser viejo”, contesta.
Ultramarinos ‘cool’
Cazador es el último bar de moda, y de moderneo, en el madrileño barrio de Malasaña. Tres enormes cristaleras se abren desde el local a la tranquila calle de Pozas invitando a cruzar el umbral de su puerta. “Esto era un supermercado hace mucho tiempo, pero llevaba más de 15 años cerrado”, cuenta una de las vecinas de la calle mientras echa un vistazo al recién abierto local. Diáfano, austero, poco decorado, el espacio mantiene los baldosines del antiguo ultramarinos. En el patio interior, para uso privado, varios maceteros llenos de plantas y una silla de mimbre. Mobiliario tradicional de terraza tuneado a la moda.
“Hemos intentado intervernir muy poco”, cuenta Osama Mandy, uno de los fundadores. Una idea que Antonio Oboc, arquitecto responsable de la remodelación, respetó al máximo. En el hormigón desnudo resaltan un par de platos colgados y un cuadro clásico customizado con espray. Una colección de asientos, casi todos diferentes entre sí, rodean la decena de mesas de diversos tamaños y formas. Una imponente sillería de teatro, “perteneciente al antiguo teatro Lara y que estaban en la basura”, incita a sentarse y pedir un bloody mary.
Lo que hace dos décadas parecía inaceptable, ahora es cool
“Nos fuimos haciendo con objetos que nos solucionaban problemas. No importaba dónde los encontrásemos”, rememora su inspiración Kike McAllister, el otro socio del establecimiento. “Buscábamos en páginas web, en mercadillos de segunda mano, y el precio nos marcaba si podíamos comprarlo o no”, continúa. Muchas soluciones que hace años podrían parecer temporales, como construir un sofá con un par de palés, se han hecho tendencia en el siglo XXI.
Los maceteros, las hamacas y las bancadas de la madrileña plaza de la Cebada son viejos. Eran elementos, tubos, redes, contenedores y maderas que, gracias a la asociación de vecinos con la ayuda de colectivos de arquitectos como Zuloark, se han transformado en parte del mobiliario de la plaza pública. Lo que hace dos décadas parecía inaceptable, ahora se ha vuelto cool . “La decoración ha sido mal entendida. Mucha gente la confundía con adornar: colocar objetos inservibles por todo el espacio. A principios del siglo XX se construían montones de cosas inservibles con la simple finalidad de exponerlas. Hoy día eso no interesa nada; buscamos la funcionalidad. Frente a decorar, considero más importante generar una atmósfera”, sentencia el arquitecto Pardo. Una actitud que prevalece tanto en los interiores como en las zonas exteriores.
“Durante un tiempo, la decoración parecía una disciplina que se asemejaba con el maquillaje. La función estética es evidente, pero se le puede dar más contenido”, resume Alejandra Calabrese, arquitecta de interiores especializada en sostenibilidad y bioconstrucción y socia del estudio Sucursal Urbana Universo Sostenible. En una de sus intervenciones, construyeron el mobiliario de toda la casa aprovechando la madera que retiraron de vigas, puertas y ventanas. “La bioconstrucción ofrece un plus: nos aporta salud, respeto al medio ambiente y ahorro”, añade Calabrese. Quizá por eso no ha notado el golpe de la crisis.
Medio centenar de espacios de diferentes ciudades de España, Portugal y Reino Unido posan cada año para el objetivo de Asier Rua. Buhardillas, palacetes, casas okupas, casonas, estudios, bajos… Interiores que llaman su atención y luego publica en diversos medios. Algunos de sus trabajos permanecen inéditos. El fotógrafo les tiene reservado un lugar especial: Madrid interiors (Folch Studio), un libro dedicado al interiorismo de la capital de próxima publicación. La grieta enmarcada es una de esas fotografías. “Lo vintage tiene que pasar ya. Necesitamos apuestas más creativas por parte de la gente joven”, opina. Las acciones de colectivos como Basurama le parecen llenas de sentido y una tendencia que va a crecer. A pesar de ello, considera que “es preferible crear que recrear”.
“La bioconstrucción ofrece un plus: nos aporta salud, respeto al medio ambiente y ahorro”
En esa línea se inscriben las impresoras 3D, que esculpen piezas que se ensamblan y pueden formar desde un mueble hasta una pistola. “A pesar de la homogeneización, Ikea fue una revolución de diseño para el mundo del interiorismo. Pero eso no fue nada en comparación con las posibilidades que aportan estas máquinas. Empiezan a ser asequibles y van a cambiar por completo el paisaje doméstico”, vaticina José Luis Vallejo, perteneciente a Ecosistema Urbano, un equipo de arquitectos centrado en proyectos de espacio público y en su investigación. “El momento cultural que vivimos nos incita a ser cada vez más creativos”, añade.
Las lámparas fueron quizá el primer objeto que se popularizó con el “háztelo tú mismo”. Intervenidas con cuerdas, pantallas o austeras bombillas, decenas de blogs invitaban a iluminar de otra manera. Siguieron las mesas y las sillas. Y las mecedoras de Mecedorama (elaboradas con plásticos trenzados) son lo último para colocar en el patio. Nada se tira.
“El mercado de segunda mano ha aumentado. La gente no se deshace de las cosas tan rápido. Van a una tienda de bricolaje y lo reparan o lo tunean. Creo que estos negocios han crecido mucho. Han repuntando”, opina el decorador Guillermo García Hoz desde su tienda en la madrileña calle de Pelayo.
Una mujer con acento british interrumpe. Pregunta el precio de una jarra cuyo tapón se asemeja a la cabeza de una muñeca Barriguitas. Le encanta, pero no se la lleva porque le da miedo verla hecha añicos al descender del avión. En el espacio de García Hoz abunda la nueva cerámica. Un ejemplo: un jarrón estilo Talavera donde en lugar de lagarteranas aparecen marcianitos. “Con la crisis, los conceptos también se reutilizan, pero me parece más importante que las cosas tengan más de una vida, más de un uso. Esos objetos han recuperado su alma. Creo que casi la habíamos perdido hasta nosotros”, concluye García Hoz.
Esa reivindicación incita a revalorizar lo antiguo y a dotarlo de personalidad. Esa búsqueda de carácter de los espacios ocurre en casas, terrazas, jardines y calles. “Se trata de incorporar a los espacios abiertos los mismos conceptos de personalización que emplearíamos en el interior de nuestras casas”, resume el arquitecto Vallejo. Madrid Chair es un ejemplo de uno de los proyectos de Ecosistema Urbano.
“Son unas piezas individuales que, unidas unas a otras y combinadas de distintas formas, pueden crear infinitas posibilidades de uso del espacio urbano. Se pueden generar múltiples ambientes en función de nuestras necesidades. Normalmente, la ciudad se diseña pensando en un lugar de batalla más que en un espacio de ocio, juego y convivencia”, opina Vallejo. Esto es algo que influye considerablemente sobre nuestro comportamiento como ciudadanos. Los ambientes urbanos creativos y lúdicos transforman nuestras ciudades en lugares mucho más humanos y estimulantes.
Gala ya no vive en la misma vieja casa. Cuando se mudó, no pudo llevarse su grieta enmarcada. La dejó allí, moldura incluida, para el siguiente inquilino. La foto de Asier Rua es el último testigo de su acción decorativa, un detalle que consiguió cambiar la percepción de una zona de la casa. “La creatividad de la gente posee mucho potencial. Hay un mundo muy amplio que todavía está por explorar”, concluye Rua.

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